sábado, 16 de mayo de 2015

Evangelio del domingo 17/05/2015

Solemnidad de la Ascensión del Señor

“Id por todo el mundo y proclamad la Buena Nueva”

San Marcos 16, 15-20

Por último, estando a la mesa los once discípulos, se les apareció y les echó en cara su incredulidad y su dureza de corazón, por no haber creído a quienes le habían visto resucitado. Y les dijo: "Id por todo el mundo y proclamad la Buena Nueva a toda la creación. El que crea y sea bautizado, se salvará; el que no crea, se condenará. Estas son las señales que acompañarán a los que crean: en mi nombre expulsarán demonios, hablarán en lenguas nuevas, agarrarán serpientes en sus manos y aunque beban veneno mortal no les hará daño; impondrán las manos sobre los enfermos y se pondrán bien." Con esto, el Señor Jesús, después de hablarles, fue elevado al cielo y se sentó a la diestra de Dios. Ellos salieron a predicar por todas partes, colaborando el Señor con ellos y confirmando la Palabra con las señales que la acompañaban.
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Reflexión: Llamados a una misión universal

La ascensión de Jesús al cielo no es un desplazamiento espacial, ni el cielo no es la bóveda azul que nos cubre como una tienda, sino el ámbito de Dios que no tiene espacio ni tiempo. La nube que recoge a Jesús y le oculta a los ojos de los discípulos es símbolo de la presencia de Dios, como lo fue en el Sinaí, en el bautismo de Jesús y en el Tabor.
Ascensión y misión aparecen estrechamente unidas. La Ascensión no es alejamiento o simple despedida, sino el glorioso final de la obra de Jesús, y es al mismo tiempo, el principio de la misión de la Iglesia. El Señor exaltado coopera activamente en la evangelización que ha confiado a sus seguidores prometiéndoles su presencia y ayuda hasta el fin del tiempo. Marcos quiere subrayar que el proyecto de la misión universal, no se funda en la valía o la bondad de los hombres, sino en la libre iniciativa del Cristo resucitado, el Señor de la historia.
Jesús asciende porque ha descendido. Se transfigura porque ha sido desfigurado. Se sienta a la derecha de Dios, porque fue contado entre los malhechores. La ascensión no es un hecho histórico constatable, sino un concepto con el que expresamos una realidad en parte incomprensible, que es objeto de fe. Es el final de una etapa y el comienzo de otra. Resurrección, exaltación, ascensión, sentarse a la derecha de Dios, expresan la misma realidad: que Dios Padre ha elevado a Jesús a la dignidad de Señor de la historia.
Con la ascensión de Jesús termina un ciclo de su vida y comienza otro nuevo. Cambia su manera de ser y estar, pero él sigue siendo el mismo. Con su ascensión rompió los límites a los que se sometió en la encarnación. El Jesús de Nazaret se convierte en el Cristo cósmico, Señor del universo.
Es necesario que vengan los ángeles a sacar a los apóstoles de su contemplación y hacerles entender que no se celebra la gloria de Cristo mirando al cielo, sino fijándose en las necesidades de la tierra inaugurando y viviendo el tiempo de la Iglesia hasta que vuelva.
El anuncio de la buena noticia conlleva su realización práctica. Hoy, igual que ayer, el anuncio de la buena noticia va acompañado de signos liberadores. Si no hay signos que nos hagan sentir y experimentar realmente el evangelio, éste se desvirtúa y deja de ser buena noticia. Es imprescindible haber experimentado en nosotros la liberación para transmitir el anuncio de Jesús.
La ausencia de Jesús abre un tiempo nuevo: el tiempo de la comunidad de discípulos, el tiempo del testimonio. En adelante los seguidores de Jesús no lo tendrán a mano para preguntarle. Deberán tomar sus propias decisiones, Y para ser testigos no basta decir lo que vieron y oyeron, es necesario saber cómo hacerlo, a quienes y en qué momento. Eso implica experiencia del Señor, lucidez e inteligencia histórica y adultez apostólica.

Felipe Mayordomo Álvarez, SDB, en http://www.mariaauxiliadoravigo.es/

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